Viña Obdulia.
Proyecto Terroir. Genuínamente autóctono, por
José Miguel Ugena Martínez
Enólogo
En primer lugar querría resaltar la importancia de unas tierras seleccionadas tras el paso de los años. Cuyas propiedades más importantes son la caliza, la arena y un subsuelo arcilloso.
La arcilla del subsuelo es esponjosa, lo que mantiene el nivel de humedad en época de verano.
En Pedro Muñoz, existen cinco lagunas y un río. Esto hace que esta zona tenga un carácter de humedal especial.
El viento predominante, es del sureste, que viene cargado de humedad procedente del mar Mediterráneo. Se sucede sobre todo en horas nocturnas y a primeras horas de la mañana con los célebres “relentes” o rocíos. Aprovechando estos factores que son ideales para la vid, podemos hacer un cultivo totalmente biológico de secano y sin sustratos químicos. Sólo se trata de respetar los procesos naturales de las plantas, ayudados por la experiencia que nos da el conocimiento de ellas durante varias generaciones.
El inicio de nuestras plantaciones pasa por los análisis de la composición del suelo y de los nemátodos, para poder elegir la planta adecuada. Después se empiezan los trabajos de laboreo en campo. Se procede a desfondar la tierra, sin voltear, con el fin de quebrantar su interior pero sin alterar el orden de elementos de la parte superior o inferior de la tierra. Posteriormente se continúa con unos laboreos más superficiales para hacer un buen barbecho. Después se procede a la plantación, con la particularidad de profundizar la planta el máximo posible, según la altura de la misma. Esto tiene mucha importancia para el fututo y longevidad de la plantación. De esta forma se produce un efecto pívot, criándose las raíces más gruesas en la profundidad de la tierra; evitando así el contacto del calor y el frío extremados de este clima.
La formación de la planta la hacemos en espaldera, si es trepadora como el Cencibel o en vaso si es rastrera como el airén. En el caso de la espaldera, la formación se hace a 50 cm . del suelo con doble cordón. Esto nos proporciona una buena aireación y soleado del fruto; también evita los intensos fríos de invierno y primavera. El sistema de poda, es de doble cordón que se compone de cuatro pulgares con dos yemas cada uno.
Nuestra base de cultivo se fundamenta principalmente, por laboreos periódicos. Buscamos siempre el tempero idóneo para hacer un buen barbecho y mantener la humedad suficiente. Todo esto, parece sencillo, pero no lo es, ya que no utilizamos aportaciones de nitrógeno. Nos adaptamos a las inclemencias del tiempo y al nivel de pluviosidad en cada momento. Para ello, hace falta una gran experiencia y un sexto sentido en esta compenetración triangular entre hombre, tierra y planta.
No se trata de sacar producciones escasas, si no de que lleven un proceso muy lento, para que las maduraciones sean completas. Mi teoría se basa en que las plantas se regulan por sí solas, según la trayectoria meteorológica de los años. Influir de manera agresiva en aportaciones de nitrógeno y humedad es alterar el producto final.
La fijación de la fecha de la vendimia, se hace sobre todo mediante catas sensoriales periódicas, durante cuatro semanas anteriores a la recolección de la uva. La fecha final se decide, con análisis de ácidos, azúcares y polifenoles; siempre con el recuerdo del fruto en su punto de madurez -que he compartido en tantas ocasiones junto a mi abuelo cuando era niño-.